CAMBISTAS
Cambistas.
Aunque la sección moderna de Jerusalén tiene sus Bancos de tipo occidental con capitales hasta de millones de dólares, la vieja sección de la ciudad siempre ha
tenido sus cambistas. Estos hombres cambian el dinero al pueblo de un tipo corriente a otro, y también proveen cambio en la misma moneda. El cambista se sienta a un lado en una calle angosta y tras una mesa con cubierta de vidrio, bajo la que expone sus monedas. Cobra un diez por ciento en sus transacciones. Esta profesión se hace necesaria en vista de la gran variedad de monedas en Palestina y en Siria, y también a causa de tanto turista de todas partes del mundo.
En los días de Jesús los cambistas se sentaban en el espacioso Patio de los Gentiles, o en uno de los pórticos adyacentes al de Jerusalén, y allí hacían sus transacciones. Cuando se hizo el censo de la nación judía, se prescribió por la ley de Moisés que cada varón israelita que tuviese veinte años o más, pagaría a tesorería del templo como ofrenda al Señor, medio siclo, y el cambista proporcionaba el dinero correcto a las multitudes que venían Jerusalén para las fiestas. El Talmud judío dice que un tipo de doce por ciento se cobraba por los cambistas en cada transacción. Aparte del medio siclo que necesitaban para el tributo, los cambistas proporcionaban la cantidad correcta de monedas que necesitaban para la compra de animales o palomas que se requerían para los sacrificios en el templo. Se ha calculado que estos cambistas sacaban una ganancia de entre cuarenta y cuarenta y cinco mil dólares, el negocio
de cambista era considerado como lícito, aun cuando había algunas prácticas faltas de
escrúpulos en conexión con ello. Pero Jesús condenó a estos hombres más bien por escoger los pórticos del templo para su negocio, a donde los hombres debían llegar en espíritu de verdadera oración y adoración.
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